Nada ni nadie puede hacer daño cuando solo quedan los trozos de cristal rotos que alguien no recogió la noche anterior. Mucha fiesta y poco aguante, pensarán algunos. Pero entre cortarme mil veces o no recogerme tengo que decir que el olor a sangre no está tan mal, y que el reflejo en mis pupilas del agua teñida de rojo hasta me da un toque interesante.
Y claro que prefiero las rosas secas en botellas vacías (y enteras), pero que si tengo que volver a derramarme, quizá sea la última vez (y lo de jugar a la ruleta rusa prefiero dejárselo a los profesionales). Que cuando se rompe el primer pedazo, igual corta a alguien por accidente, pero en el momento en el que solo quedan un par de trozos medio resquebrajados, para ese momento, ya no queda nadie. Todos han aprendido la lección y se han ido tan lejos como han podido. O se han quedado todo lo cerca que han sabido fingir.
Dejemos la falsa modestia a un lado y admitamos que no somos tan perfectos como pretendemos hacer creer. Si vas a recoger los cristales, córtate tan profundo que nadie pueda ponerlo en duda, pero si pretendes solo esconderlos debajo de la alfombra, ten cuidado y no vuelvas a andar descalzo.
martes, 19 de enero de 2016
miércoles, 6 de enero de 2016
Magia
Empiezo a pesar que el café de las 20:43 no ha sido una buena idea y me pregunto en qué momento decidí dejar de creer en la magia. Y no estoy hablando de los cuentos de hadas, ni de que alguien mate dragones por mi. Hablo de la magia de los magos, la magia que nos hace volver a creer en que todo es posible. La cara de sorpresa cuando en tus narices hacen aparecer o desaparecer algo, la sensación de poder volver a confiar en que nada depende de ti. Hay magia en las pequeñas cosas, magia en que alguien te regale un rosa, o te robe un beso. Magia en cosas tan simples como la sonrisa de un niño, o el llanto de un bebe recién nacido.
Y no consigo recordar en qué momento decidí dejar de creer en todo eso. Cómo, cuándo y por qué la magia salió de mi vida sin pedir permiso. Empecé a encontrar la magia en otros lugares, como mi entrepierna o el fondo de una cerveza, pero ya no era igual, porque todo se reducía a aquello que podía ver, oler o tocar.
He vuelto a creer en la magia de las pequeñas cosas, vuelvo a tener ilusión, pero aún así llegará el día en que la gente sonría a la lluvia. Y al gris.
Y no consigo recordar en qué momento decidí dejar de creer en todo eso. Cómo, cuándo y por qué la magia salió de mi vida sin pedir permiso. Empecé a encontrar la magia en otros lugares, como mi entrepierna o el fondo de una cerveza, pero ya no era igual, porque todo se reducía a aquello que podía ver, oler o tocar.
He vuelto a creer en la magia de las pequeñas cosas, vuelvo a tener ilusión, pero aún así llegará el día en que la gente sonría a la lluvia. Y al gris.
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