Pintémonos los labios cuando no toque, salgamos a la calle sin peinar ni maquillar, abramos el zumo antes de agitarlo, sequémonos el pelo, y después metámonos en la ducha.
Vamos a hacer lo que queramos, cuando queramos y como queramos.
Y simplemente me queda esperar, no tomarme las cosas tan a pecho y empezar a darme cuenta de que las cosas no van a cambiar para ser como yo quiero, soy yo la que tiene que dejar de darles tanta importancia y cambiar mi manera de tomarme las cosas.
Sin perder mi sensibilidad, por supuesto. Que aunque me lleve más disgustos que el resto, también aprecio más los pequeños detalles.
En definitiva, aceptar como soy y como es lo que me rodea, comprender que es muy difícil que cambie y aprender a compaginarlo para no vivir siempre triste.
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